jueves, 17 de enero de 2013

ATOCHA SE QUEDA SOLA


Amaneciste temprano para partir en un tren que no pasaría por Atocha, el tren que aún yo no tomaría.
Tu recuerdo me lleva hasta una luna cansada en lo alto del cielo, a punto de sucumbir a la luz de la mañana, testigo c
allado del nacimiento de una amistad a los pies del Ministerio de Agricultura, esperando a medias que nos condujeran a una jornada de más de ocho horas. Llenábamos el trayecto con silencios compartidos, con conversaciones de amigos, con libros bajo el brazo.
A veces conversábamos, a veces dormitábamos, otras tan sólo callábamos.
Nos descubrimos despacio, nos confesábamos nuestros sueños, alardeábamos en alcanzarlos. Te dije: "Yo lo haré primero" y tú continuaste intentándolo.
Sé que aún todo está a medias, te han obligado a abandonar demasiado temprano y yo aún sigo luchando.
Cuando te pienso la nostalgia se me apodera, he de arrancar el cable que me conecta a la tristeza. Pero me he quedado con el estrépito de tu risa, tu devoción por Maruja Torres, el borbotón de emociones de "Diarios de Motocicleta", la melodía de "El Piano", tu imagen sentado en un vagón de Cercanías, con la luna naciendo por la ventanilla y tus ojos paseando por unos renglones de tinta.
Ya no te busco en el andén, no te volveré a ver paseando por Aranjuez. Un bucle confuso del mar de Denia se preguntará dónde estás. Aquellos libros olvidados empiezan a echar de menos tus manos y la poesía vende su rima para cambiarla por un último trayecto contigo sobre las vías. Atocha se queda sola y llora la ausencia de un viajero más.
Manolo, amigo, donde estés lleva paz.

2 comentarios:

  1. Aquel día, desde esta Cataluña que me vio nacer y me ve pasear todos los días, me sentí madrileño hasta la médula. Me sentí atacado personalmente en lo más profundo de mi ser. Fui a una papelería a comprar tres cartulinas negras para poner un lazo negro bien grande en mi ventana.
    - Deme tres cartulinas negras.
    - ¿Las quiere para lo que creo que las quiere?
    - Sí.
    - Pues entonces no se las cobro.
    Así descubrí que no era el único que se sentía golpeado en la distancia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esa batalla la superamos, bien por madrugadores (el caso de Manolo) bien por perezosos (mi caso es que llegué tarde y el personal de seguridad ya no me dejó tomar el tren en la estación donde iniciaba el trayecto habitualmente). El viaje que describo en mi texto es otro, por eso digo "no pasaría por Atocha", porque sin él quererlo llevaba en el bolsillo billete a la eternidad y su paisaje sería el de una enfermedad incurable y asesina, la enfermedad maldita.

      Eliminar