Podríamos haber sido
piratas a la deriva
de un mar ondulante de margaritas
y malvas enrocadas.
El gaviero hubiera insistido:
“¡Tierra a la vista!”
Sin tener aún la respuesta
de ¿cuánto aguanta una orilla
sin respirar cuando sube la marea?
o ¿cuántas vueltas da una concha
para ser grano de arena?
Hubiera advertido un naviero:
“La apariencia no te ha de engañar;
nunca encontrarás el corazón de una caracola
en su centro de espiral.”
Podríamos haber sido
exploradores colonizando aceras.
Hubieramos descubierto maripolas,
surcavientos, chiribitas,
avena loca que nos gritase a los ojos:
“¡Huevos a dos euros la docena!,
¡Prohibido el paso,
la tierra cicatriza su herida de amapola!”
O podríamos haber sido
El nudo marinero que nos aferra a la vida,
El balanceo insistente que nos evoque la infancia,
El exilio voluntario de una semilla de tagua,
La herencia nunca descrita en una sonrisa de madre,
Una fecha marcada donde la casualidad no existe,
El brillo de un aro como estandarte de rebeldía,
La savia que nutre el tallo de un tejo en Bermiego
O el poro que aún no se sabe base de un tatuaje.
Podríamos haber sido
lo que hubiéramos querido.
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